
Odio a los suicidas, serà por su egoìsmo, sòlo piensan en sì mismos, en su pena, ùnica, inconmensurable, en su incomprensiòn, ùnica, inconmensurable.
Odio a los suicidas, serà por su cobardìa para enfrentar la lucha diaria, agotadora y penosa, para enfrentar la competencia, agotadora y penosa, para enfrentar la vida, ùnica, inconmensurable, agotadora y penosa.
Odio a los suicidas, recostados en su dolor, sentados en su sufrir, parados en su podio de moribundos, a punto de apretar el gatillo, a punto de jalar la cuerda, apunto de atorarse con cientos de pastillas, a punto de ingerir el veneno irremediable. A punto..., siempre a punto..., en ese punto en que aguardan inquietos, agònicos, la llamada salvadora, la carta salvadora, el mensaje protector arrastrado por la brisa que no existe, escucharlo, leerlo, gritarlo :"No lo hagas, hay alguien que te ama, no lo hagas".
Pero no hay llamadas, no hay lìneas, no hay carta, no hay brisa...
Odio a los suicidas..., pero...hazlo.
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